Lydia Jacoby inscribió su nombre en los libros de historia en 2021 al entrar en el equipo olímpico americano, porque era el primer deportista procedente de Alaska, hombre o mujer, en conseguirlo.
Sin embargo, aquello no era nada comparado con lo que estaba por llegar. Un mes después, con solo 17 años, Jacoby se proclamó campeona olímpica en Tokio.
También era la primera vez que un alasqueño lograba el oro en unos juegos de verano. «Fue una locura», declaró a la prensa. «Sabía de lo que era capaz pero no me esperaba el oro.
Cuando miré el marcador no me lo creía». Después vino la plata en la prueba de estilos y la demostración de madurez y perseverancia en los estilos mixtos, cuando sus llamativas gafas de la suerte, de color rosa, se le descolocaron en la salida.
Sus logros recibieron en las redes el comentario admirativo de estrellas como Reese Witherspoon y Jennifer Garner.
Descrita su compañera del equipo de EE. UU., Regan Smith, como un verdadero «rayo de sol» que ilumina la habitación cuando entra, Lydia nació en Seward, una ciudad de 2,717 habitantes, en una familia de tradición marinera. Allí empezó a entrenar en una piscina de 25 m y, más adelante, tenía un viaje de tres horas para prepararse en la única de 50 m del estado, en Anchorage.
A su retorno después del triunfo olímpico recibió de sus conciudadanos, en un recorrido por las calles Seward, el homenaje que se reserva a los héroes.
Lydia siguió compitiendo con el equipo del instituto local a la espera de incorporarse al de la Universidad de Texas, y su objetivo es servir a otras jóvenes como ejemplo de todo lo que pueden lograr.
«Vengo de una ciudad pequeña», declaró a adn.com. «Pero independientemente de tu origen, o de los recursos con que cuentes, con dedicación y tiempo puedes conseguir tus objetivos».