Los Juegos de Tokio convencieron a Arno Kamminga de que, en el deporte, todo es posible.
El holandés sumó la plata de los 100 y 200 m braza a los tres segundos puestos del Campeonato Europeo de Budapest, celebrado en mayo, y aún coronó un 2021 completo con el oro y la plata del Mundial en Piscina Corta.
Pero, entre tantos triunfos, fue Tokio el que de verdad dejó huella. «Allí me di cuenta de que puedo mejorar mis tiempos», declaró el nadador a la prensa, «si sigo como hasta ahora y voy avanzando, competir va a ser cada vez más divertido».
Nada que ver con el Arno que hace unos años confesaba sin pudor su tendencia natural a la pereza. «Es que no había encontrado un objetivo en la vida que me diera impulso», explica. «Ahora, cuando hablo con mis antiguos compañeros, no se creen lo motivado que estoy. Era siempre el primero en escapar a la ducha. Cuando llegaban ellos, a los cinco minutos, no quedaba agua caliente».
Después de Tokio, además de la motivación, llegaron los honores. Arno recibió la medalla de su ciudad, Katwijk, y fue nombrado Deportista del Año en Ámsterdam, aparte de volverse un personaje popular en todo el país.
«La gente me reconoce por la calle», dice Arno. «Mi nombre le suena familiar a todo el mundo. Se me quedan mirando y se preguntan entre ellos si soy yo. No te voy a mentir: me gusta».