Jessica Long, que ya es una de las atletas paralímpicas más laureadas de la historia, tiene previsto añadir más metal a sus vitrinas antes de retirarse después de Los Ángeles 2028.
Hizo su debut paralímpico en Atenas 2004, donde ganó tres medallas de oro, incluyendo el primero de tres títulos consecutivos en los 100 y 400 m estilo libre S8. Con 29 medallas —16 de ellas de oro— en cinco olimpiadas, Jessica es la segunda paralímpica estadounidense con más medallas de todos los tiempos, solo superada por la también nadadora Trischa Zorn y sus 55 títulos. Si añadimos 37 títulos mundiales en piscina larga y corta, la carrera de Jessica en la cumbre de su deporte es de una longevidad asombrosa.
Ahora tiene París 2024 en el punto de mira, antes de Los Ángeles: «Empecé a los 12 años, y espero decir adiós en Los Ángeles 2028. Siento que mi carrera aún no ha terminado, y quiero despedirme a lo grande».
Su historia comienza en Siberia (Rusia), donde nació con defectos congénitos en las piernas. A los 13 meses fue adoptada, junto con un niño llamado Joshua, por una pareja estadounidense, Beth y Steve Long, y comenzó una nueva vida en Baltimore (Maryland).
Jessica sufrió la amputación de las piernas a los 18 meses, con numerosas operaciones posteriores a lo largo de su infancia, y fue en la piscina donde no solo destacó, sino donde se sentía libre jugando, durante horas, a ser una sirena.
Debutó en los Juegos Paralímpicos a los 12 años, tras solo dos de natación competitiva, y su carrera siguió una imparable trayectoria ascendente.
En Río 2016, después de muchas temporadas ininterrumpidas de competición, Jessica estaba agotada física y mentalmente y padeció un trastorno alimentario. Se restableció y se propuso aprovechar sus logros y experiencias para motivar a otros.
Hoy, además de ser una deportista de élite siempre en lo más alto, Jessica escribe, da charlas y promueve la concienciación sobre la discapacidad y los beneficios de adoptar.