Cuando Kristóf Milák estableció un nuevo récord de los 200 m mariposa en 2019, terminó con el reinado de 18 años de Michael Phelps en la disciplina.
El húngaro le dio una buena dentellada al tiempo del americano, que marcó 1:51.51 en julio 2009, parando en crono en los Mundiales de Corea del Sur, diez años más tarde, en 1:50.73.
Phelps declaró al New York Times: «Lo ha conseguido porque el chaval se lo ha propuesto, ha soñado con ello y ha encontrado la manera de lograrlo puliendo la técnica hasta la perfección, dedicando todo el tiempo y el esfuerzo necesarios».
Milák había recorrido un largo camino desde los días en que su madre, profesora de profesión, le tenía que llevar en coche a entrenar a más de 160 kilómetros, ida y vuelta. Attila Selmeci fue el otro gran apoyo de sus inicios y le entrenó durante ocho años, desde los trece, hasta que en 2021 comenzó a trabajar con Balázs Virth.
Dos años después del gran récord, Kristóf Milák culminó su progreso con el oro de Tokio y la plata de los 100 m mariposa en el europeo, de nuevo con un tiempo histórico de 49.68.
Sin embargo, en la cumbre no hay un segundo de descanso. El Campeonato del Mundo «extraordinario» de Budapest, organizado para 2022 después del aplazamiento de Fukuoka, es un reto al que Milák da la bienvenida porque juega en casa.
«Como digo siempre», explicó en declaraciones a la FINA, «el Duna Arena es mi hogar y la calle cuatro es donde estoy acostumbrado a entrenar y a ganar carreras.
Allí todo son buenos recuerdos y me gusta la idea de defender mi título de Gwangju en Budapest».