Cuando Lizzi Smith tenía 11 años, vio un especial del Canal Disney sobre la deportista paralímpica Jessica Long, ganadora de 29 medallas. No solo quedó hipnotizada, sino que se propuso verse un día subida al podio en solitario como su ídolo.
En Río 2016, las dos medallas de relevos se vieron ensombrecidas por la centésima que la separó del bronce individual en los 100 m mariposa S9.
Tokio, en 2021, fue su oportunidad de revancha. Después de llevarse la plata, declaró: «En Río, estaba aterrorizada. Nada más empezar ya tenía ganas de darme la vuelta y salir corriendo. Esta vez he podido centrarme en la respiración y marcar el ritmo».
Lizzi nació sin el antebrazo izquierdo pero siempre la animaron de pequeña a que hiciese deporte. La penúltima de ocho hermanos, se inició en la natación a los siete años en su ciudad, Muncie, en Indiana.
La aventura casi termina antes de dar comienzo, porque a los 15 minutos ya quería salir del agua. Por suerte, el correspondiente soborno a base de pizza hizo su efecto y terminó la sesión. El resto es historia. Lizzi ha conocido el éxito en la piscina y ha competido contra rivales paralímpicos y sin discapacidad.
Después de la decepción de Río, se marchó a hacer un viaje en solitario a través de Estados Unidos y terminó uniendo fuerzas con el entrenador Ian Crocker, cinco veces medallista olímpico, que se enfrentó en sus tiempos a Michael Phelps. Actualmente su preparador es Patrick McCloskey.
Lizzi Smith está dejando huella en el deporte adaptado, y el antiguo responsable de la natación paralímpica americana dijo de ella al Indy Star: «Es única. Te aseguro que no digo eso de cualquiera. Lizzi es un verdadero espíritu libre».